Lo fácil que es ser niño

Recuerdo mis años de infancia con grata melancolía, cuando el problema más grande es si ibas a ser parte de un grupo social (el típico “si te juntan o no”) o si accedías a los dulces traídos de tierras lejanas. Como cuando querías ser amigo de alguien no requería de tanto protocolo, simplemente quieres jugar o no, y que súper héroe o barbie and the rockers te gustaba más.

Como cuando te gustaba tu amigo de la escuela o tu compañero eterno de juegos y te era suficiente con escribir su nombre detrás de tu cuaderno o en el diario que te regalaron cuando cumpliste años, pero eso sí hacerlo completamente secreto, no es algo que te gustaba que la gente supiera, “que vergüenza”.

Que tiempos aquellos donde te disfrazabas de princesa con una tiara comprada en la tienda, un vestido rosa y una enorme sonrisa. Como te sorprendía el conocimiento de la vida y los términos utilizados por tus padres y personas adultas. Como cuando nadabas, jugabas a las sirenas y tiburones con tus primos, hermanos o /y amigos. Eso de pararte de manos y ver cuanto tiempo aguantabas debajo del agua y ganabas te hacia ser el dueño del mundo.

Que fácil es ser niño, no te preocupabas por las traiciones, el desamor, la falta de metas, la insatisfacción laboral, no saber que hacer con tu vida, la falta de dinero, es más ¿Qué es eso? Si sabes perfectamente que vas a hacer doctor, bombero, piloto, astronauta, mamá, que el amor de tu vida es tu papá, la maestra o tu mejor amigo, que te casarás en cualquier momento y tendrás muchos hijos, que el cielo siempre es azul y que nunca hace frío, y ¿tu viejo? Jamás, que el dinero lo pides en el banco o lo compras; si tienes hambre, solo abre el refrigerador o la alacena, $10 dejados debajo de tu almohada por el ratón de los dientes te alcanzan para comprar el mundo entero... y cuantos dientes te sobran, el mundo está en tus manos.